Qué no hacer un sábado por la tarde con lluvia

Vidrios del bow window empañados por dentro, mojados por fuera. Tiro balanceado al mínimo. Luna, una siberiana hembra de 10 años, dormitando perrunamente. La computadora que sólo deja escapar temas de Baglietto. El triunfo argentino ya es una simpática anécdota. Dos o tres libros cerca, pero negándose a venir a mis manos, el semanario local, ídem… el informe del desastre costero de Chubut del 2005 terminado y aprendido de memoria. El reloj pulsera traviesamente dado vuelta, que marca las 17.15…Mirada suplicante a mi mujercita, que está en el otro sillón mirando un policial sin sonido, total! “tiene las letritas”, cuando mi mirada es suplicante, significa ¿por qué no te hacés unos mates, madre?...

La respuesta siempre es positiva, pero algunas veces exige una contraprestación. Esta vez no fue la excepción... ”mientras yo preparo el mate ¿no me vas a buscar la ropa al lavadero?” La tarea no parecía tan riesgosa -aunque lloviera- total, estaba el auto afuera...

Menos de 400 metros de distancia y con auto tendrían que significar no más de 15 minutos con diligencia incluída. Esta vez significó casi una hora…

Estaba buscando el dinero para pagarle a Patricia (encargada del lavadero y testigo involuntaria del encuentro menos deseado), cuando justo en ese momento entra una clienta. La ví, me dí cuenta quién era, pero me hice el distraído, total estaba buscando el dinero, opté por no saludar. Se acercó al mostrador, donde estábamos con Patricia y espetó de una, un “buenas tardes” que sonó elevadamente grave. A continuación sonó igualmente de grave: “¿Qué tal Stivale, cómo anda? Siempre me ufano de ser sincero, honesto y transparente. Tal vez no era el momento para mostrar mis dotes de honestidad, seguramente cualquier otro mortal hubiera contestado bien gracias, acompañado de una reverencial sonrisa. Stivale, no. Yo contesté, mal y puse la mayor cara de disgusto que tengo en el archivo. ¿Pero, qué le pasa? fue el interrogante de la dama recién ingresada, ante la inocente mirada de Patricia que parecía alegrarse de que dos vecinos-clientes estuvieran saludándose en su negocio. “¡El médano!” Contesté, desoladamente. “¡Todo política!” Contestó vehemente, la señora. En segundos nada más, nombró a Martínez Salas, Corti, Cemborain y creo que alguien más. Me habló de que ésto viene de la administración de Baldo. De que ellos hicieron lo que correspondía.

De que están todos los estudios, el informe de policía minera …le retruqué que justo ayer había hablado por teléfono con el encargado de esa dependencia provincial, que tiene su sede en Mar del Plata y que su jurisdicción abarca desde Necochea hasta el Partido de la Costa, y que me aseguró que a ellos nadie les pidió un estudio y que no tenía idea del emprendimiento Mandalay… Elevó la voz para contestarme, sacudió hacia los costados varias veces su cabeza, no sea inocente Stivale, todo política! y justificó que no hay marcha atrás por que sino la Municipalidad tiene un juicio por 25 millones…Le hablé de los ambientalistas, de los guardaparques… ¡Todo política!, insistió…comenté el caso de Chubut…estamos en Villa Gesell me atajó…Patricia, que a esta altura transpiraba indisimuladamente, preguntó de qué hablan…Del médano contesté yo lo más fuerte que pude, pero se escuchó más el “de nada, de nada”, de la señora que ya se quería retirar, dejando el debate, “porque ni siquiera el fin de semana puede descansar…” A esta altura me había olvidado de los mates que me esperaban, mire el reloj, eran ya las seis…tomé las bolsas, mientras trataba de explicarle a Patricia el peligro que corre la ciudad, traté de hablarle del futuro de su hermosa beba…No me escuchó, ella solo miraba a su cliente que se retiraba apresuradamente y visiblemente ofuscada…Creo que nos fuimos los dos sin pagar, por lo menos yo seguro…

Creo que Patricia ni se dio cuenta. Claro, no todas las tardes se va una clienta enojada de tu negocio, y menos si ésta es la Intendente interina.

Eduardo Stivale, Proyección 2011.