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viernes, 30 de julio de 2010

El camino del privilegio al destierro

Quizá debido en parte a su desinterés por involucrarse en la vida de su ciudad, como a su falta de participación y la reputación que se fueron ganando como una comunidad sin raíces, los geselinos fueron poco a poco siendo privados de sus privilegios. Comienzan a aparecer noticias, referentes a robos cometidos por recién llegados y a comentarse la aparición de asentamientos originados por personas y familias enteras, traídas con algún fin por sectores políticos. Personas sin medios mágicos de ganar dinero, que no estaban en concordancia con la ética de la inmigración tradicional a la que estaba acostumbrada la ciudad. Se empieza a hablar de “qué rostros!!”. Tanto ésto, como la asociación de los llegados no hace mucho, de la mano de dirigentes, con la excusa de acompañar una gestión, han contribuido a ir diseñando una comunidad recelosa, poco solidaria, muy distinta a sus costumbres y modo de vida.
Contrariamente a lo aconsejado para estos casos, las autoridades han ignorado los reclamos, y en vez de justificar verazmente estas acciones de índole político, han negado enfáticamente cualquier relación con los hechos (recordar la aparición pública del Sr. Intendente en la plaza por la inseguridad donde negó rotundamente su vinculación con tales asentamientos).
Así los hechos, nos encontramos con una nueva clase de ciudadanos, para los que se ha previsto solamente cámaras de video, refuerzos de cuadros policiales y aumentar la flota de móviles de seguridad. Ninguna medida anticipada de incrementar la infraestructura del hospital y las escuelas. Y ni hablar de fomentar fuentes de trabajo.
Seguramente se prometieron los consabidos subsidios y los planes “no-trabajar”, nada más indigno para quien tiene las posibilidades de iniciar una nueva vida en un nuevo lugar.
Podríamos remontarnos a la antigua Europa, a los primeros decretos y leyes contra los gitanos, con frecuencia expedidos por los mismos monarcas que en un principio les habían acogido de manera benévola. En el siglo XVI, los gitanos comenzaban a ser perseguidos. En Inglaterra, algunos años más tarde, en 1530, se comienzan a recortar los privilegios de los que hasta aquel momento venían disfrutando los gitanos.
Isabel I, en 1562, consideró el tipo de vida de los gitanos como un delito criminal. La reina tenía que enfrentarse también a otro problema: el de no-gitanos que se habían asociado a los gitanos en la vida errante. De esta forma, la reina añadió que no solamente los gitanos, sino aquellos que compartían su “conducta... deberán... sufrir la pena de muerte…. “
Documentos de aquella época reafirman que “... ha resultado imposible expulsar totalmente a estos ladrones... a causa de la protección que han recibido constantemente y que todavía reciben diariamente de la nobleza y de quienes están encargados de administrar la justicia, que les dan refugio en sus casas y castillos...”
Hoy, en el siglo XXI pareciera que la historia vuelve a repetirse en Villa Gesell, y quizás en otras ciudades alejadas del conurbano bonaerense.
La creciente "especialización" de dirigentes progresistas en la explotación de los recursos humanos, ocasiona que nuestra economía y nuestro futuro estén supeditados a dichas decisiones, mientras que algunos empresarios locales, más bien los ‘cabezas huecas complacientes con este tipo de dirigentes’, veían un enorme negocio en los bajos costos laborales de mano de obra y adhirieron sin medir consecuencias.
Hacer crecer los dividendos de una manera tan irresponsable nos encamina al desastre, tanto económico como social. Empobrecemos a medida que enriquecemos otras economías. Cualquier mañana nos despertamos con noticias desagradables. Ante la reiteración, las autoridades decidieron filtrar la información a la prensa, para que pensemos que está todo bien ¿o para que no pensemos?

Entonces aparecen las lamentaciones. La carrera hacia el dividendo desmesurado de unos pocos habrá conseguido por fin la ruina total de nuestros privilegios: tranquilidad, alta calidad de vida y un medioambiente no contaminado.
Hemos puesto en manos ajenas lo que verdaderamente da poder y estabilidad a una ciudad: su identidad.
No es necesario ser un experto para darse cuenta de la peligrosidad de nuestra actitud pasiva. Las buenas intenciones, la solidaridad, el respeto por lo ajeno han desaparecido a lo largo de una única generación. Podríamos tomar algunos sucesos actuales y darnos cuenta de ello. Hasta los juguetes que antaño se regalaban con recursos propios hoy pretenden ser comprados con el dinero de los empleados municipales..
La actual crisis no es económica, no. Es más una manifestación de lo que sucede cuando un pueblo se deshace de sus buenas costumbres y pretende vivir únicamente puertas adentro, sin importarle lo que está ocurriendo con su ciudad, esa a la cual vino a pedirle albergue, esa que lo recibió con los brazos abiertos y le brindó todos sus recursos naturales.
Amén de empobrecernos comunitariamente en el promedio global, al tener una balanza claramente beneficiosa para la clase dirigente, nos empobrecemos en recursos económicos por ser siempre los contribuyentes quienes asumimos los riesgos ante temporadas cada vez más endebles. El sector de la logística turística, que no necesita de mentes brillantes sino de hombres dispuestos a prodigarse por su ciudad, parece confundido y encandilado por seudos progresistas que han tomado la ciudad por asalto. No se puede vivir únicamente como meros intermediarios comerciales.
Mientras no tomemos conciencia de la importancia que tienen nuestros recursos naturales para los visitantes, para los turistas, seguiremos errando el camino, seguiremos viendo cómo se relamen algunos en producir bienes de consumo en nuestro propio territorio, y seguiremos viendo cómo desaparecen los recursos naturales con la anuencia de un poder político que hoy más que nunca demuestra ser un gigante con pies de barro.
Nadie se acuerda de la gente que luchó por sacar adelante esta ciudad, y que ahora con estos grandes megaproyectos son despojados vilmente de sus terrenos valiéndose de la municipalidad y sus negociados. Digo, por qué no se hizo partícipe de todas estas cuestiones a la gente que vino pensando en un estilo y vive y vivió de una forma, en vez de echarla del lugar donde nació y hacer perder las pocas raíces de está ciudad?…
Acaso piensen que sólo los potentados tienen derecho a las tierras, acaso piensen que el viejo propietario de una casita frente al mar ya no tiene derecho a poseerla y debe vender.. Bien dice la Constitución en su art. 17 que toda persona no puede ser privada de su propiedad.
Menos mal que el gobierno municipal es justicialista ¿qué entenderán por ‘justicialista’?
Avanzan. A pesar de lo impopulares, pretenden continuar arrasando con todo. En el horizonte gris desde la costa aparecen, imponentes, las construcciones no deseadas, han sido las primeras de unas cuantas que allí se erigirán, si las posibilidades económicas de constructores y compradores prosperan.
Sin embargo, a las sombra de estos proyectos se han desarrollado hechos que desconocemos porque los medios no se ocuparon demasiado de ello. Muchas familias debieron abandonar sus viviendas, otras lo harán en breve, porque el progreso se los pide. Pisoteados por el poder de la especulación, que exhibiendo papeles desprolijos se quiere adueñar de todo. Algunos decidieron mudarse a otros barrios, otros a otra ciudad y liberararon así los valiosos terrenos.
La zona de Barrio Norte parece no haberse detenido, y pululan proyectos que incluyen hoteles, centros comerciales, y viviendas de alta gama. Serán “countries” en altura: caros y con una vista increíble y exclusiva.
Son los símbolos del futuro naciente, de la ciudad que crece sólo para algunos…
Son raras las ciudades. Esos enormes médanos eran el cobijo de furtivos amantes, de turistas embelesados por tanta naturaleza, de intrépidos motociclistas y de pescadores que pronto – también ellos – deberán irse para dar lugar allí a coquetos aparcaderos de embarcaciones, o quién sabe qué otro emprendimiento para pocos.
Era una ciudad costera que ahora tiene el glamour terrorífico de las grandes inversiones inmobiliarias. Aún tiene las calles de arena, zigzagueantes y algunas casas marinas. Se siente como una voz de ultratumba que dice que todo será distinto en poco tiempo.
Y se podrán ver a lo lejos, pero no tanto, desde la altura de los nuevos emprendimientos el humo de los braseros y la piel de chapas ondulantes de las villas. Mientras unos crecen en altura los pobres lo hacen en extensión.
Las postales sólo mostrarán lo que se levanta enorme a la vista, lo demás será un descubrimiento posterior, como sucede en la gran urbe.
No soy urbanista, pero me gustaría ser un "periodista urbanista" que pueda registrar esta transformación, pero se me escapan los detalles, los intereses se mueven más rápido que mi posibilidad de narrar y además…¿a quién le importará esa historia, si pronto estaremos maravillados viendo todo lo nuevo?
Es que lo nuevo suena a olvido, a veces.

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